sábado, 27 de septiembre de 2014

Ésta es la última entrada.
No hay nada que decir. Bueno, si lo hay, pero me lo guardo para mí. Sin embargo, me gustaría finalizar con aquella estrofa de Sir Walter Scott que una vez le recitó Rita a Bill en uno de esos días sin sentido, la cual, quizás sea una de las frases que más me repito a mí mismo diariamente:


El infeliz concentrado en sí mismo,
viviendo perderá su humanismo,
y doblemente muriendo quedará sufriendo.
Volverá a la mísera tierra de donde surgiera
sin oír llantos, ni alabanzas ni cantos.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

sábado, 6 de septiembre de 2014

Quizás haya olvidado quien soy, y escribir sea la única forma en la que me encuentre...
Quizás el escribir me haya hecho olvidar quien soy, y dejar de hacerlo me haga volver a ser quien era...

jueves, 14 de agosto de 2014

Noctuledad du dramance

Claire se encontraba sola en su cuarto.

La Luna flotaba en el cielo como un globo flota alrededor del niño a cuya mano está atado, y cubría la madrugada de una atmósfera terriblemente atractiva que parecía haber sido invocada con un conjuro fúnebre. La habitación llena de muñecas de porcelana con vestidos del siglo XIX, olía a rosas, almizcle y canela. Los frascos de perfume apilados en Torres de Babel y el estuche de maquillaje esparcido por el escritorio sólo eran disfraces para enmascarar su soledad. Para Claire el vacío que dejaban las personas era como el frío del invierno; de noche era indescriptiblemente más intenso.

Entre sonatas de música clásica, a medio camino del arrebato violento del violín y del delicado frenesí de la flauta dulce, Claire ingería antidepresivos  como si se trataran de caramelos de fresa. Y tras derramar una lágrima, que se deslizó por su mejilla en una caricia y luego se precipitó sobre la hoja de un libro difuminando la tinta de la palabra “nosotros”, decidió quitarse la vida.

Con el temple característico de las personas que saben que le queda poco tiempo en el mundo, se dirigió a su escritorio, y de uno de los cajones sacó un pequeño cofre de caoba cuya cerradura había roto años atrás siendo una niña. Con serenidad giró la bisagra y observó el contenido del cofre. En el fondo, recogiendo una fina capa de polvo reposaba su diario. Tenía la tapa aterciopelada, del violeta que torna el cielo en aquellos atardeces propios de cuando se acaba la primavera. En él había dejado toda su existencia y sus sentimientos. Era su mejor amigo en la angustia y su único confidente en los días crueles sin sentido. Claire lo sacó del cofre y abrió cuidadosamente la tapa. En su interior una cuchilla relucía con un destello muy intenso que recordaba a la luz que alumbra la escena final del último acto de una obra de teatro. La posó sobre su muñeca al igual que una hoja seca se posa sobre la acera una vez llega el Otoño. Un último pensamiento destinado a un hombre. Un último instante para aceptar que sus labios jamás volverían a besar.

-Me gustan las personas con cicatrices. Me hace recordar las mías.

         Claire se sobresaltó con un grito mudo y rápidamente dirigió la mirada a la oscura esquina de su cuarto de donde provenía la voz.

             -¿Quién anda ahí?-Le preguntó a las tinieblas con una voz frágil y rota.

     De la oscuridad infinita emergió con lentitud la figura de un hombre. Su imagen oscurecida iba iluminándose muy lentamente cómo si un foco de luz lo sacara a escena. Una vez la luz lo inundó por completo hizo que su presencia fuera todo cuanto importaba en la habitación.

-No te cortes las venas. Si lo haces tendré que cosértelas yo mismo. Y a decir verdad, la única costura que me parece interesante es la costura de tus labios..-Dijo el hombre vestido con camisa púrpura y ojos oscuros sin que sus palabras dejasen la más mínima duda de que se trataban de una orden y no de un ruego.
-Eres tú…
-Siempre soy yo. Soy yo cuando compones entre claves de Sol la melodía de tu vida y cuando dibujas a carboncillo cielos ardiendo y costas en Septiembre. Cuando escribes desnudando tu ser o cuando sueñas con catástrofes de las que yo te salvo. También soy yo cuando contemplas los ojos de otros hombres y te preguntas sobre mí sin hallar respuesta, e incluso cuando los besas, en esos momentos también sigo siendo yo. Soy yo quien genera el flujo de interés en el río de tu existencia. Soy la contracorriente y la noche en que te sientes sola. Soy la máxima influencia en tu universo. El verso que no puede ser pronunciado. La palabra que detiene la guerra.
- Márchate, te lo ruego.
-¿Por qué señorita?
-Porque tu mera presencia hace que me duela aquí.-Claire señaló su propio corazón con la uña de su dedo índice.
-Que abandone éste lugar no significa que vaya a desaparecer de tus recuerdos. Lo sé bien porque he comprendido, desde el punto de vista de cada estación, lo que significa el olvido. He saboreado sus distintos matices y he sentido pasión por la oscuridad. Lo reconozco. Soy cruel, romántico y siniestro. Desdichado, grosero y sombrío. Pero, ¿acaso eso no es lo que me hace hermoso?

        Él se dirigió hacia ella seguro y firme, como si el universo no pudiera detenerlo. Luego agarró su muñeca como si se tratara de un ramo de rosas y se desprendió de la cuchilla que cayó al suelo con un sonido metálico y fugaz. Al igual que Hamlet sujetando entre sus dedos la calavera de Yorick, el hombre sujetó la barbilla de Claire entre sus dedos y la miró a los ojos. Ella contempló en ellos la oscuridad del universo, acompañada de su incomprensión y su tiranía, abriendo la boca y suspirando sintiendo a su vez que se quedaba sin aire. De pronto sintió como una mano se posaba en su pecho izquierdo, sintiendo el tacto suave de un pulgar acariciando su pezón.

-A ver como late tu corazón por mí.-Dijo la única voz que deseaba escuchar.

Tranquilamente dirigió la mirada hacia el pijama blanco que llevaba puesto y observó cómo de donde había posado aquél hombre su mano el tejido níveo se encharcaba de sangre, tiñéndolo por completo. Aterrorizada buscó refugio de nuevo en su mirada, y esta vez su suspiro se ahogó.

-Lo siento, he hecho que se desangre un poco tu dolor. Mañana por la mañana te despertaras intacta y sintiéndote un poco mejor, pero para tu desgracia seguirás recordándome.



sábado, 28 de junio de 2014

jueves, 12 de junio de 2014

Como funciona mi cabeza

 
Un cuarto es arte. Otro cuarto ironía, y la mitad sobrante  racionalidad.
A mis ojos, el universo en sí es la combinación entre  un puzle de tamaño infinito y un cubo de rubik que tiene como colores cada tonalidad del espectro visible. No tiene bordes que lo delimiten, y cada vez que uno logra combinar dos piezas correctamente se modifican cien para mal. Ahí reside su belleza, pues es su complejidad lo que lo hace interesante. Aunque es cierto que los patrones vitales del ser humano no esconden ningún misterio, sí que lo esconden sus vidas. Las existencias anodinas me aburren. No hablo de las historias superpuestas durante décadas con los mismos planteamientos, nudos y desenlaces pero con distintos nombres. Estoy citando al caos, el giro argumental. La ruptura del destino.
Aborrezco las pautas, y todo lo que sea políticamente correcto. Desconozco la debilidad e ignoro la estupidez. Constantemente sólo se me ocurren impertinencias que escupo con tal de escapar de la trivialidad. Humillo a los pseudointelectuales con la retórica y el sarcasmo, y aunque ello no me hace un buen hombre confieso que me divierte. Uso el lenguaje para cercenar el orgullo de los ególatras y ridiculizo a los idiotas que leen 1984 sólo para poder anunciar diariamente que lo han leído.
 
He fingido timidez, he hecho llorar a mujeres hermosas sólo por capricho y he llegado a la conclusión de que el fin sí justifica los medios. He usado mis puños para obtener victorias que no podían lograr mis palabras. He amado la escritura hasta el punto de asquearla al comprender lo terriblemente patética  que era . Si me he reencarnado en un solo de guitarra ha sido en el de Reptilia de The Strokes, y si renací en un cuadro fue en El Caminante sobre el mar de Nubes. Soy competitivo a límites incomprensibles,  e incapaz de aceptar una derrota.
No alcanzo a comprender como funcionan los engranajes de mi cabeza. Se que memorizo rostros con tan solo verlos una vez y que puedo recordar frase por frase centenares de conversaciones que he mantenido en mi vida sin esfuerzo alguno. Se que con tan solo observar un paisaje durante cinco segundos puedo describírtelo milímetro a milímetro. También soy consciente de que evito voluntariamente todo lo que me parece aburrido, lo que ya he comprendido o lo que simplemente no me inspira. Y prácticamente todo me aburre. Admito que encuentro en la tristeza una belleza que no habita en otro sitio. Que soy un inconformista taciturno  para el cual nunca nada es suficiente.  Incluso reconozco que en los textos en los que me describo oculto mis cosas buenas para ofrecerle al conjunto mayor énfasis en mi idea. Pero soy así.
 
Hace seis meses cuando dejé a mi última novia me dijo que era un egoísta que solo pensaba en sí mismo. Me dijo llorando que no le prestaba la atención que requería y que todo me daba igual.
A decir verdad, me importa un carajo.
Yo soy yo. Soy un hombre que ocupa un lugar en el espacio en un planeta  de una galaxia del universo. Ni mi voz, ni mi esencia son perfectas, pero sí son únicas. Y ello me está permitiendo que comience a aceptar lo vulgar que soy. Las personas tienden a autodefinirse como especiales con el fin de solventar su necesidad de ejercer un cometido y  poder tener un salvavidas que le impida ahogarse en un mar llamado tiempo. Necesitan de un protagonismo ficticio, una heroicidad falsa para sentirse únicos y especiales. Es ese el motivo por el que insulto el destino, la casualidad, la causalidad, el albedrío, la identidad y la unicidad.
Pero aún así tengo la desfachatez de vestir camisa negra, de expresarme abiertamente y de sentir que puedo hacer lo que me plazca.
 
Aún tengo la osadía de reconocer que soy Jorge Cruz.

 

domingo, 8 de junio de 2014

Los años correran como conejos

Todos los relojes de la ciudad
empezaron a zumbar y a resonar.
¡Oh! no dejes que el tiempo te engañe
no lo puedes conquistar.
En jaquecas y preocupaciones la vida se diluye
lentamente, y el tiempo nos vencerá a todos,
sea mañana o sea hoy.


W.H. Auden

martes, 27 de mayo de 2014

Indeterminado


Somos una serie de personajes complejos interactuando hacia un final de escena desconocido.

La vida no es un drama televisivo donde les coges cariño a los personajes por ver sus reacciones ante cada situación o por la forma en la que se han enfrentado a determinados problemas y han acabado superándolos. Más bien sólo somos un grupo de desconocidos que aparentan conocerse mientras improvisan. Aquí nadie conoce mi historia, y por supuesto nadie logrará comprenderla. El tiempo no pone nada en su sitio al igual que tampoco se puede detener el fluir constante del continuo espacio tiempo, sin embargo las personas si pueden cambiar. Ésa es la única verdad. El ego, el orgullo, el cinismo y la pseudointelectualidad sólo son quimeras que conducen a una espiral de destrucción y catástrofe. Existe una misiva que lleva escrita en latín dos mil años que supone un resumen del camino que debe recorrer el hombre: “Hagas lo que hagas, hazlo bien.”

Por desgracia yo la ignoro.

domingo, 25 de mayo de 2014

Mientras suena "Passing Afternoon" de Iron and Wine


Gregor: Estás muerta.

Amber: Todo el mundo se muere.

Gregor: ¿Estoy muerto?

Amber : Aún no.

Gregor: Pues debería.

Amber: ¿Por qué?

Gregor: La vida no debería ser aleatoria. Los misántropos solitarios y drogados deberían morir en los accidentes de autobús,  y los jóvenes buenos y enamorados a los que sacan de casa en plena noche deberían salvarse.

Amber: La autocompasión no te pega.

Gregor: Ya, bueno, diversifico mi auto aversión y mi auto destrucción. Wilson me va a odiar.

Amber: Casi te lo mereces.

Gregor: Es mi mejor amigo.

Amber: Lo sé. ¿Y ahora qué?

Gregor: ¿Podría quedarme contigo?

Amber: Apéate.

Gregor: No puedo.

Amber: ¿Por qué?

Gregor: Porque… porque aquí no hay dolor y yo no quiero sufrir, no quiero ser infeliz, y no quiero que me desprecie.

Amber: Bueno, no siempre obtienes lo que quieres.

martes, 13 de mayo de 2014

El cuento del pescador


 Hace mucho tiempo, en una tarde estival, un hombre pescaba tranquilo en la orilla de un río. La Muerte, que paseaba por el lugar, lo observó detenidamente y con el fin de asustarle se acercó a él y pronunció su nombre al oído. El hombre, completamente inmutable le dijo “Buenas tardes”, sin apartar su mirada del río y sin que desapareciera de su rostro aquél aura apacible que lo envolvía. La muerte, sorprendida por el carácter valeroso del pescador, le ofreció un trato.

-Dame tu alma pescador, y te otorgaré lo que desees. Desea riquezas, y la mayor fortuna será tuya. Desea saber y conocerás el significado de cada rincón del universo. Pide el corazón de una mujer, y también será tuya su alma.

El pescador, con una sonrisa en los labios rechazó cortésmente el pacto de la muerte y continuó pescando. La muerte exaltada, maldijo con una voz cruel y malévola:

-Idiota, por haber rechazado mi trato te juro por la canina que conforma mi cara, por mi toga obscura y por mi guadaña oxidada que todos los peces de este rio morirán, y jamás podrás volver a pescar.

Una vez la muerte se marchó, el hombre continuó pescando. Poco tiempo después, Dios bajó de entre las nubes rodeado de ángeles y querubines  y le habló.

-Hijo mío, has obrado correctamente no aceptando el pacto que te ha ofrecido la muerte. No temas por su amenaza. A partir de hoy el número de peces que lleve el caudal de este río se triplicará.

El pescador, con una sonrisa en los labios declinó el favor que quería hacerle dios y continuó pescando. Dios sorprendido, le preguntó con una voz solemne repleta de bondad:

-Hijo mío, ¿cómo es posible que no quieras que en este río haya más peces? ¿Acaso no quieres tener una vida mejor?

Y el pescador, sin retirar su mirada del curso del río confesó:

-A mi si el curso del río se tiñe de rojo por la sangre de los peces muertos, o es coloreado de gris por las escamas de innumerables peces, es algo que no me importa. Yo pesco por el placer de pescar. No pretendo tener una existencia sobresaliente, tan sólo quiero tener una vida anodina en la que no le deba nada a nadie. No quiero problemas ni soluciones, desgracias o milagros, o sumirme en el dilema moral del bien o el mal. Sólo soy un hombre que quiere pescar sin saber realmente qué logrará mañana.

 

martes, 29 de enero de 2013

Discúlpenme.

Discúlpenme por no poder saciar vuestros deseos de leer mis poesías en estos instantes. Debido a asuntos relacionados con los derechos de publicación y de otra índole igual de entretenida, me he visto obligado a "esconder" mis poemas por un período de tiempo desconocido. No obstante gracias por haber querido destinar por unos segundos la mirada de vuestros ojos a mi arte.

J.Cruz